LA NIÑA DE TUS OJOS
Hace unos años tenías los ojos encendidos
por la esperanza de una nación
y todos los hijos de este país
que radiaban ilusiones con cada uno de tus saltos.
Naciste en ese estado de bienestar
en el que qué bien estábamos casi todos,
y te educaron con tanto, que parecía que te pedían
el cielo, pero tú tan solo jugabas como niña que eras
y se te escapaba ese incierto futuro
en el que sólo piensan aquellos que se van
quedando sin nada. Tu presente estaba lleno de ilusión
y eso a ti no te faltaba.
En aquellos días solíamos salir al parque
y, a veces, yo, te observaba el cabello
escurrirse por entre mis dedos,
y en la cornisa de su rastro
tú te girabas y me preguntabas
dónde miraba mi mirada tan perdida.
Normalmente quedaba en silencio, aunque otras veces,
te contestaba; porque tú nunca me pedías explicaciones
y cualquier respuesta te era buena; aunque siempre, al alejarte,
se encontraban mis ojos persiguiendo la estela de tu sombra
como queriendo contarle todo lo que callaban.
¿Recuerdas cómo fueron pasando así las tardes?
Parecían páginas de diario, de esas que escriben una vida.
Aunque desgraciadamente, en paralelo, otra parte del país
escribía unas páginas que bien nos hubiese gustado
que fueran falsas.
Y así, sin remedio, nos encontramos
con la noche de oscuro cielo
en la que tú me preguntaste sorprendida
cómo podía ser esto cierto
si aún te faltaba la mejor media hora con tus juegos.
Sabes que nunca te mentí, pero la verdad era entonces
demasiado dura: el cielo es un reflejo
del tiempo venidero, quisimos tocar cometas,
pero no alcanzamos con las yemas de nuestros dedos.
Pero dime, ¿recuerdas en aquella tarde
a aquel muchacho de extraños pelos?
Ese que te contó historias que hicieron que tus ojos
se prendieran en fuego. Apartado, yo lo observé
con la admiración de quien te mantienen en velo,
sin embargo, otros, más lejos, lo observaban con recelo.
Déjame que te cuente, niña, que aquel tipo
tuvo que hacer las maletas y ahora vive en el extranjero.
Pero, aquí quedaron los de siempre
con sus máquinas y fábricas de sueños falsos
discerniendo cómo camuflar mentiras
con historias fantásticas de esas de niñas
que agitan sus cabellos, que sonríen por la vida
sin preocupaciones, rechazando oportunidades
como si estas le cayeran del cielo.
Mientras, en un plano secundario, en el parque
tu padre te mira, niña, preguntándose
cuándo volverá a dormir en sosiego, tú sabes,
sin llorar mientras duermes; tan sólo soñando con el día
en el que pueda retirarte de los ojos el pelo.
por la esperanza de una nación
y todos los hijos de este país
que radiaban ilusiones con cada uno de tus saltos.
Naciste en ese estado de bienestar
en el que qué bien estábamos casi todos,
y te educaron con tanto, que parecía que te pedían
el cielo, pero tú tan solo jugabas como niña que eras
y se te escapaba ese incierto futuro
en el que sólo piensan aquellos que se van
quedando sin nada. Tu presente estaba lleno de ilusión
y eso a ti no te faltaba.
En aquellos días solíamos salir al parque
y, a veces, yo, te observaba el cabello
escurrirse por entre mis dedos,
y en la cornisa de su rastro
tú te girabas y me preguntabas
dónde miraba mi mirada tan perdida.
Normalmente quedaba en silencio, aunque otras veces,
te contestaba; porque tú nunca me pedías explicaciones
y cualquier respuesta te era buena; aunque siempre, al alejarte,
se encontraban mis ojos persiguiendo la estela de tu sombra
como queriendo contarle todo lo que callaban.
¿Recuerdas cómo fueron pasando así las tardes?
Parecían páginas de diario, de esas que escriben una vida.
Aunque desgraciadamente, en paralelo, otra parte del país
escribía unas páginas que bien nos hubiese gustado
que fueran falsas.
Y así, sin remedio, nos encontramos
con la noche de oscuro cielo
en la que tú me preguntaste sorprendida
cómo podía ser esto cierto
si aún te faltaba la mejor media hora con tus juegos.
Sabes que nunca te mentí, pero la verdad era entonces
demasiado dura: el cielo es un reflejo
del tiempo venidero, quisimos tocar cometas,
pero no alcanzamos con las yemas de nuestros dedos.
Pero dime, ¿recuerdas en aquella tarde
a aquel muchacho de extraños pelos?
Ese que te contó historias que hicieron que tus ojos
se prendieran en fuego. Apartado, yo lo observé
con la admiración de quien te mantienen en velo,
sin embargo, otros, más lejos, lo observaban con recelo.
Déjame que te cuente, niña, que aquel tipo
tuvo que hacer las maletas y ahora vive en el extranjero.
Pero, aquí quedaron los de siempre
con sus máquinas y fábricas de sueños falsos
discerniendo cómo camuflar mentiras
con historias fantásticas de esas de niñas
que agitan sus cabellos, que sonríen por la vida
sin preocupaciones, rechazando oportunidades
como si estas le cayeran del cielo.
Mientras, en un plano secundario, en el parque
tu padre te mira, niña, preguntándose
cuándo volverá a dormir en sosiego, tú sabes,
sin llorar mientras duermes; tan sólo soñando con el día
en el que pueda retirarte de los ojos el pelo.
Imagen: Camino de mi casa - León Jiménez
gran relato de la sociedad actual, y de las patrañas que nos cuentan. me ha gustado mucho
ResponderEliminarVaya! Gracias, yo estoy por meterle más adelante un buen apaño al texto la verdad... je je
ResponderEliminarMe gusta lo que escribes,como lo escribes y lo que nos muestras.
ResponderEliminarY al del video le diria tantas barbaridades.....
pero entiendo que tu blog es demasiado transparente y no se merece
mancharlo por semejante personajillo.
Estoy impaciente por ver tu apaño
Saludos
Bueno... lo del apaño no sé si lo haré pronto o no, pero si lo hago te lo hago saber.
ResponderEliminarGracias por pasarte y esas tan bien siempre recibidas palabras que envías.