lunes, 26 de septiembre de 2011

SHE'S THE ONE



SHE'S THE ONE

Si hoy las manos me tiemblan
porque llevo ya 3 días
sin rozar sus hombros

y este salón se me presenta
tan sumamente grande sin ella
que se asemeja a un mar
de hielo sin horizonte.

Si sueño con poder poner mi brazo
debajo de su parte de la almohada
y con sus ojos, medio abiertos,
de recién despertada.

Si hoy al despertarme
le di un beso
a su parte de la cama
y acaricio la sábana
como si fuera su espalda,

ya no le encuentro más sentido
a mis días
que tumbarme junto a su lado
cuando recostada.

Si entre los dedos
mi mente aún juega
con la arena de sus playas
como si fuera su pelo,
no me preguntes por qué
pero estas calles de verano
están llenas de sombras,

quizás
porque mis manos persiguen
el rastro de sus sombras.

Si en cada paseo
por estos paisajes de Cabo de Gata
la brisa me confiesa
que le falta su silueta.

Si cada vacío
se me llena con sus miradas.

Pero callo
tantas de estas palabras
por no asustarla,
aunque hay días
en los que lo único que balbucea mi boca
es:
quiero mimarla.

Si he buscado la frase adecuada
sólo en vano
para llegar a la conclusión
de que todo sería más preciso
si pudiera explicárselo en su cuerpo
con mis manos.

Si la veo
por las noches
aunque no esté
al abrir
y al cerrar los ojos.

Entonces...
si eso...


© Texto: Yiyi M. E, "She's the one", verano / septiembre 2011.
Imagen: Francisco Ortega Almagro

miércoles, 21 de septiembre de 2011

EN ESTA SOLEDAD TAN CONCURRIDA




EN ESTA SOLEDAD TAN CONCURRIDA

En esta soledad tan concurrida
con estos labios de usted tan secos ahora
lleno de estas horas tan solo yo
no me queda otra
que tratar de comprender
lo que no alcanzo:

que si la luna brilla,
ella ahí tan sola,
el mar tan vasto y tan balsero,
las risas que no alcanzo a darte
que te da la vida.
Una caricia
en la mano por sorpresa,
una camiseta que me he puesto
tan sólo para que te guste,
un tiempo que no es tiempo
si no te siento
como otras veces te he sentido.

La vida pasa, una sola,
sin saber bien qué hacer con ella,
como un dado azaroso
que rueda y te despoja
de todo lo que tenías.
Son
estas soledades
ausencias de cómo lanzarlo
para que salga lo que busco.
-Pero,
¿qué es lo que realmente busco?-
Comprender lo que no comprendo...
o tal vez sentir que tú ahogas
estos tan negros sentimientos.

No sé de una soledad tan concurrida,
del cielo y tus ojos
en el firmamento.
Una imagen, tú.
Un presentimiento.
Tal vez necesarias sean
estas horas
en las que paso buscando algo
que no encuentro.
Sucesos sin encontrar
algo mas allá de ti
que me llene por dentro.

Pero es
una soledad tan concurrida
que me pregunto
cómo sin ti
pasa el tiempo.

Y el mar.
La luna.
Y el universo.
Tan difíciles de comprender
para un naufrago
sin tus momentos.


© Texto: Yiyi M. E, "En esta soledad tan concurrida", septiembre 2011.
Imágenes: http://azulceleste-azulceleste.blogspot.com/

miércoles, 14 de septiembre de 2011

LA MUDA DE TU PIEL



LA MUDA DE TU PIEL

Quisiera descubrir tu piel
tostada en este otoño
por esas playas por las que te dejaste acariciar,
unas veces por el sol,
otras veces por mis dedos.
Mis yemas dibujan tu rostro
en el cielo
y sólo esperan levantar tus senos,
desgastar tu piel
y tornarla clara,
como el sol que se apaga,
poco a poco,
según avanzan los días
irremediablemente
hacia el invierno.

Poder parar allí
junto a ti
el tiempo
y ver tu blancura uniforme en tus hombros
en el lugar donde los tirantes
se hicieron dueño,
bajo el sol de estío,
de tu pureza.
Será entonces blanco el roce de mis manos
por la costura de tus algodones
y tratará, más con voluntad
que con la precisión inalcanzable
que tu delicadeza requiere,
calentar tu cuerpo.

Y esperaré a que lleguen los primeros rayos
de una primavera llena de colores
en las que me imagino
el florecer de los campos
al ver en tus paseos tu sonrisa,
que se dejan brillar,
de nuevo,
por los colores de temporada
que adoran y envidian
como yo
el dorado de tus brazos.

Otoño.

Invierno.

Primavera...


Para cuando el verano se haga dueño de ti,
yo me imagino,
otra vez,
siendo testigo afortunado
de la muda de tu piel.


© Texto: Yiyi M. E, "La muda de tu piel", agosto / septiembre 2011.
Imágenes: Una mujer al sol - Edward Hopper

domingo, 4 de septiembre de 2011

NUEVA YORK QUEDARÁ AJENA



NUEVA YORK QUEDARÁ AJENA

Nueva York quedará ajena
al paso de tus pasos por la ciudad.
Continuarán sus gentíos,
sus claxones y sus sirenas,
los cafés americanos con prisas por Manhattan,
la puta del Dollar y el entierro entre los maisales,
los pseudointelectuales de terraza,
los taxis a la carrera,
los hombres compro-oro por la calle,
los hot-dogs y take away para que no pares,
los bostezos de mañana en el subway
y la búsqueda de sueños,
las escaladas hacia el cielo de sus rascacielos,
los enjambres, desdibujados, de cieno de números y leyes,
los naufragios de sangre. 
(1)
Sus humos de cloacas
necesarios como un lugar por donde esta ciudad
pueda soltar sus pestes.

Los hipsters continuarán con sus modas saturadas al extremo
que seguirán siendo un tapiz para un rostro inseguro
incapaz de mirarte a los ojos,
a tu cara.

Gentrificarán los barrios industriales
estampando su arte urbano
despierto desde las seis de la mañana
a través de las inmensas ventanas de los lofts
junto al ruido de las máquinas
que no lograron alejar los artistas,
¿es que acaso pensaron vencer al sistema?

Así despertará Nueva York
porque el dicho de que esta ciudad nunca duerme
es un bulo.
Sus garitos se acuestan de noche
y son sus gentes las que permanecen con medio ojo abierto
mientras se acuestan con el tracateo de la ciudad
que le ha acompañado durante todo el día.
                 Y en esto
Nueva York se reinventará cada día
como ya hizo con los tiros de los ochenta y los noventa,
como hizo saber a las melenas de los rockeros
que no tenían sitio entre sus rascacielos.
Porque en Nueva York ya no quedan ni heavys, ni punks
ni otras tribus pasadas.
Comprendieron que no tienen lugar aquí,
y a los que no quisieron comprenderlo,
la ciudad acabó con ellos.
                 Son ahora
los nuevos monerdos
-mitad nerds, mitad modernos-
quienes continuarán por la noche con los aullidos de la ciudad
ofreciendo unas cuantas líneas más
a Ginsberg y al Howl de la sociedad. (2)

Por Nueva York
podrás pasear por el East y el West Village,
Soho, Noho, Nolita, Chelsea, Chinatown o Little Italy,
Downtown, Uptown u otros barrios de Manhattan,
pero sólo serás un turista más en busca de fotos.
Marcharás a casa con la imagen de película de Nueva York
tan poco real.
Nadie vive en estos barrios:
sus cabezas o sus bolsillos no lo aguantarían.
Pero si ya pasaste por ellos decenas de veces
puede que llegue el momento en que lo veas todo tan igual
aunque tan distinto
que te preguntarás si es la ciudad la que cambia
o es ella la que te cambia.
Y comprenderás
que no entenderás nada de esta ciudad
si ignoras el Lower East Side, Harlem
o los barrios de Brooklyn.

Por ellos es posible que te sientas desubicado
si pasas por un restaurán o un hotel
y ves que hablas español
pero no eres tú quien sirve los platos.
Tendrás suerte si no se te caen los anillos
y recoges tu cuchara
y logras darte cuenta de que hay un hombre encorbatado
que se enjabona un poco más sus manos
después de haberse dado una dosis de gomina.
                 Él
se marchará congratulado,
felicitándose cada vez que se vea en un reflejo
porque con sus desganas piensa
que el plato sucio que dejó sin recoger
da trabajo al negro que tienen contratado.

Pero Nueva York quedará ajena
ante el hombre blanco que dirige
a los latinos al servicio
y a los negros en la limpieza.
Pero, ¿dónde está Nueva York 
la tierra de las oportunidades?
¿Dónde el sueño americano?
¿Es que acaso no das oportunidades por igual
a todas tus clases sociales?,
¿o es que tan sólo buscas
un par de iconos como un par de gotas de agua
para seguir así alimentando
vuestra tan vendida falacia?
¿Llenaréis así de esclavos vuestras billeteras?

Si desde pequeños los segregas
por guetos educativos públicos y por escuelas privadas,
si inviertes más en los que tienen mejores resultados
y das la espalda al necesitado,
yo le pregunto a tu país, Nueva York,
¿por qué se valora más la etiqueta de la universidad
que a las personas?,
¿es así tu forma de cortar las alas?,
¿sus sueños americanos...?
                 Ya sé,
quedarán en las mismas circunstancias donde nacieron
como las bolsas de basura que se amontonan en tus aceras,
tiradas,
sin un contenedor que se atreva a dar cabida a sus mierdas.

Pero la ciudad seguirá gritando de dolor
y Brooklyn tratará de poner su música y color
a las plazas del tiempo del Times Square
que atrapan a los turistas
y creará sus barrios
por donde los blancos, los latinos, los negros,
hindúes, judíos, chinos, paquistaníes, rusos...
hagan amagos de mezclarse
componiendo una extraña y bizarra Brooklyn folly.
                 Serán
las habitaciones encendidas en sus noches
como las luciérnagas de la ciudad
y por el día
desde lo alto de los roofstop
te preguntarás proyectando tu mirada
hacia donde no alcance el cemento
dónde habitan los tomates y las lechugas
que alimentan entre tanta comida basura
a las pocas almas que se resisten a este ritmo frenético.
Verás entonces
a la gente que ofrece su billete de un dollar
a cambio de un cigarro
con la cara destapada. ¡Tan falsos ellos!
Si tan sólo pudieran ver
que consumen los cigarros como excusa
para no pensar que la ciudad les consume a sí mismos.

Pero entre pitillo y pitillo
parece que la ciudad ha movido ficha
y ha pasado de una cosa a otra.
El ritmo de la ciudad se apodera de sus gentes
acostumbrada a no pararse ni un minuto a tus preguntas
bajo la excusa falsa de llegar tarde al trabajo.
Y si la pausa tomara cuerpo humano,
dijo el poeta,
que empaquetaría sus maletas sin comprender
cómo la gente no puede concentrarse
mas de diez minutos en nada
pero viven felizmente impregnados
de su tan característico
mariposeo cognitivo.

                 Recuerdo
que fue en Bushwick donde me contaron
que en Nueva York no hay niños ni ancianos,
que el ritmo de la ciudad
les dijo que no había hueco para ellos
y que en esta inmensa ciudad
en la que puedes llegar a sentirte tan minúsculo
pero desde donde también se puede llegar a conquistar el mundo
el primer consejo que te dan
es que más vale no olvidarse de dónde se viene
para no dejar de ser uno mismo.

Será en Nueva York
donde encontrarás a las personas más simpáticas
y a las más abominables
pero donde te resultará difícil encontrar amigos.
Y en tu barrio desde luego no los encontrarás.
Deberás coger un bus, dos metros y andar cinco bloques
para tomar un café,
y verás,
abrumado,
si te paras a atar el cordón del zapato,
cómo la gente no para de mudarse de un sitio a otro
como si les inquietara hacer amigos,
como si les inquietara ganar algo que pudieran perder.
Algo que les retenga en sus continuas apuestas de futuro.
                 Y tristemente,
en una tarde de hojas pardas caídas,
caerás en la cuenta de que en Nueva York la gente no se enamora.
Podrán tener sexo de una noche,
de dos, de tres o todo lo que su lívido les pida,
pero no habrá amor entre ellas.
porque no tendrán tiempo
o creerán y se convencerán de no tenerlo,
y el osado que lo tenga y se dé cuenta de ello,
habrá huido ya de la ciudad
en busca de un lugar donde descontaminarse.

Tal como huyen ahora cientos de personas
con una mano en el pecho y otra en la mandíbula,
recordando cómo en esta ciudad
tuvieron una vez los labios manchados de rojo
y no era de carmín:
un golpe en la cara les hizo probar el suelo
como la mirada callada de un amigo que te juzga.
Debieron haberlo visto venir antes
en una ciudad en la que se pregunta antes
a qué te dedicas que de dónde eres.
Las etiquetas sólo crean distancias.
                 Y en esta distancia,
lamento, mientras escupo la sangre de mi boca,
los sueños locos de todos los Quijotes
que se quedaron aquí sin poder nunca volar
en esta Nueva York en la que los gigantes de cristal
no dejan que sople el viento.

Pero a pesar de todo
trataré de no olvidar aquellas sonrisas gratuitas,
una mañana que se dilata en un domingo de brunch
o una lluvia torrencial que viene sin avisar
cargada de interesantes conversaciones,
los cafés que se beben sin prisa
y las cafeterías que resiste con su imagen el paso del tiempo,
una plaza vacía entre tanto cristal en altura,
un bar donde la gente en la barra
busca algo que encontrar,
donde se pueda encontrar
otro que busca algo a lo que se pueda agarrar:
la imagen de un skyline desde el que se imagina tocar el cielo,
en el que subirse para comprender
lo verdaderamente pequeños que somos.
Una cura de humildad en la ciudad de las cien culturas.
Una copa para un amigo
que medita su futuro.
Tú y él tan perdidos.
Nosotros... tan perdidos.
Pero aún todos con sueños
en esta ciudad con seis horas menos
en las que se viven las noches que otros duermen
y en las que se duermen las mañanas
que otros viven.

Si Nueva York me ofrece
el agua con lima y hielo sin pedir mi tarjeta
y el cielo es tan azul como el del parque de mi casa,
poco importa ahora si perdí los atardeceres en el metro,
si a Nueva York mi visita le fuera ajena,
cuando había cuatro amigos
a los que mi vida no les era ajena.
Aunque me apena,
poco antes de marcharme de la ciudad,
descubrirme observando en el metro
a una familia que se abraza y sonríe,
que aún juega con sus niños
tras haber pasado el día fuera
y me doy cuenta
de que probablemente sea la imagen más bella
que he visto en Nueva York,
quizás,
porque es lo más humano que se me ha plantado delante.

Pero seguirán otros cientos de vagones de metro
y sus historias entretejidas en esta jungla de cristal
y Nueva York se quedará tan ajena
que será la gran manzana,
esta vez,
quien se coma al hombre.


© Texto: Yiyi M. E, "Nueva York quedará ajena", agosto/septiembre 2011.
Imágenes: Nueva York, agosto 2011

Otras Lecturas:
(1) Aurora de Nueva York:
http://www.cancioneros.com/nc/3355/0/la-aurora-de-nueva-york-federico-garcia-lorca-gabriel-sopena
(2) Howl, Allan Ginsberg: 
http://sprayberry.tripod.com/poems/howl.txt (inglés)
http://www.creatividadinternacional.com/group/poetasdelmundo/forum/topics/aullido-howl-de-allen (español)