MADRID TIENE LOS BRAZOS CAÍDOS
Madrid tiene los brazos caídos
como las ramas de sus árboles
que se arrastran en sus parques
periurbanos, desnudas,
buscando un poco de aire limpio.
Su horizonte se perfila blanco
tras las nieves de hace un par de días
y las calles caminan arrecidas de frío,
como el trato de sus gentes:
seco, tosco y brusco,
que dice en su primera vez
un visitante.
Se prepara Madrid para otra guerra,
olvidados ya los fusiles y las escopetas,
y se viste de lana
mientras otros tiempos mejores,
no tan lejanos, aparecen en la memoria
ahora que sus gentes
luchan cada día con sus monederos,
calculadora en mano,
en un símil por su existencia.
En Madrid, donde el propio vaho
parece tener frío de las bocas
y se resbala en un grito
por entre la escarcha de sus noches,
en cada atardecer
se pinta de nuevo el cielo
y nace el rosa, el naranja
y el amarillo y el rojo
como si fueran su vez primera.
Llegó ya el frío a Madrid,
como una ola, dicen los telediarios,
pero yo la siento tan distinta
a esas que me enseñaste
que sobrevivo
a estos brazos caídos
recordando tu mar,
tu cielo, tu calor,
tu verdadera ola
de agua mediterránea
caliente, templada
y tibia.
como las ramas de sus árboles
que se arrastran en sus parques
periurbanos, desnudas,
buscando un poco de aire limpio.
Su horizonte se perfila blanco
tras las nieves de hace un par de días
y las calles caminan arrecidas de frío,
como el trato de sus gentes:
seco, tosco y brusco,
que dice en su primera vez
un visitante.
Se prepara Madrid para otra guerra,
olvidados ya los fusiles y las escopetas,
y se viste de lana
mientras otros tiempos mejores,
no tan lejanos, aparecen en la memoria
ahora que sus gentes
luchan cada día con sus monederos,
calculadora en mano,
en un símil por su existencia.
En Madrid, donde el propio vaho
parece tener frío de las bocas
y se resbala en un grito
por entre la escarcha de sus noches,
en cada atardecer
se pinta de nuevo el cielo
y nace el rosa, el naranja
y el amarillo y el rojo
como si fueran su vez primera.
Llegó ya el frío a Madrid,
como una ola, dicen los telediarios,
pero yo la siento tan distinta
a esas que me enseñaste
que sobrevivo
a estos brazos caídos
recordando tu mar,
tu cielo, tu calor,
tu verdadera ola
de agua mediterránea
caliente, templada
y tibia.
© Texto: Yiyi M. E, "Madrid tiene los brazos caídos", diciembre 2011.
Imagen: Egon Schiele
Es super bonito! me encantó leerlo, da gusto como las palabras se articulan parar dar lugar a la imaginación y soñar con las escenas que vinieron a mi mente...
ResponderEliminarUn saludo desde el otro lado del gran charco ;).
Magnífico poema. Te lo cojo prestado, con tu permiso, para Poetas Argáricos. Saludos
ResponderEliminarVaya Romy, muchas gracias, siempre es agradable cruzar el charco, aunque sea tan sólo a través de internet.
ResponderEliminarTengo pendiente una visita a tu blog. =D
Y... claro! Poetas Argáricos siempre son bienvenidos a tomar prestado de aquí lo que les apetezca.
Un abrazo.