jueves, 21 de febrero de 2013

EN EL COLOR ESTÁ LA CLAVE



EN EL COLOR ESTÁ LA CLAVE



—¡En el color está la clave! Porque esconde lo que no se puede explicar. ¿Has probado alguna vez a describir el cielo, el azul celeste que se refleja y que nos cae y se presenta, tan mundano éste, aquí abajo, para nosotros, que casi lo tocamos y nos lo creemos…? El color... el cielo… el azul que bajó y que se quedó para nosotros para guardarlo aquí, en nuestro baúl de…

—¡En nuestro baúl de los recuerdos! —exclamó Raúl, robándole la última palabra de su boca. Miró a la hierba y dejó de contar estrellas. Se giró y le acarició la capucha de su chaqueta, con un poco de dudas— Me gusta cómo hablas… —la miró tímidamente a sus ojos, esperando que continuase, y que dejase fluir otra vez la voz dulce de su boca que nunca sabía que venía después, como si de una pequeña niña alocada se tratase.
Pero Leire se quedó mirando al cielo, sin prestarle atención, como siempre miraba al infinito. Si no fuera porque en ese mismo año en su último curso de instituto Raúl había estudiado en Físicas que el vaho que salía de la boca sólo era posible cuando había un gran contraste entre la temperatura del cuerpo y del medio, Raúl hubiera dicho que aquello que rodeaba a Leire eran sus palabras. Palabras. Porque Raúl sabía que Leire era de ese tipo de personas, de esas que les daban cuerpo a las cosas que no las tenían; la única chica que conocía que daba forma a lo que no tenía esqueleto. Pero Leire seguía callada.
—¿Qué te pasa? —le preguntó Raúl tirando de su capucha—. Hace tiempo que estás ausente. Ausente… como siempre, ¡pero diferente! Tú me entiendes —A Raúl le gustaba eso, que ella le entendiese sin necesidad de muchas palabras. Él, le explicaba el cielo con boca de científico, y ella le ponía el alma, con sus palabras—. Siempre con tus palabras —musitó Raúl.
—¡¿Qué dices?! —exclamó entonces Leire como sacada de un trance. Y dejó de mirar a las estrellas y aproximó sus ojos claros a los ojos oscuros de la ciencia de Raúl. Sonrió con sus dientes limpios y blancos y le tiró de la nariz—. ¡Narizotas! ¡Qué eres un narizotas! —y se levantó y salió corriendo.
                Raúl se quedó ahí en el suelo, anonadado, como de costumbre, repanzado sobre la hierba. Primero eran las palabras y luego era lo que hacía, pensó. Con Leire siempre era diferente y Raúl tenía que buscarle la lógica. Porque no se podía ser siempre tan irracional.
—¡Paraaa! —le gritó Raúl aún desde el suelo. Leire siguió danzando y brincando como si tuviera unos diez años menos, como si fuera la chica de siete años que le chapoteó en el charco el día que se compró sus primeras zapatillas de marca. Raúl siempre la recordaba así, como cuando la conoció. Y le desconcertaba desde entonces. La miró y continuó—. ¡Paraaaa! La vida no es siempre hacer lo primero que se te pase por la cabeza. ¡Paraaa! —y estiró la mano como si pudiera agarrarla salvando los diez metros de distancia que había entre ellos—. Ven aquí, conmigo. De nuevo. Hoy… hoy es nuestra última noche.
                Y aquello fue como parar el tiempo. Leire se le quedó mirando, desde sus diez metros, durante unos largos segundos en los que a Raúl le dio tiempo a repensar la última frase como unas cinco veces. Y luego Leire comenzó a avanzar, como avanzan las mariposas, poco a poco y sin trayectoria definida. La noche estaba clara y el cielo estrellado. Era el último jueves del mes de agosto en el pueblo de los muchachos. Pronto acabaría el verano y cada uno comenzaría su primer año de universidad. Leire, Hispánicas; Raúl, Físicas. Leire llegó a cinco metros de él, y desde allí, desde la media-lejanía o desde la media-cercanía que no permite el contacto, habló.
— Ya, ¿y? ¡Cuéntame algo nuevo! —y siguió brincando como una ecuación del caos, pero de la que se cabe esperar algo bueno—. ¿Sabes? Para mí nunca será ésta nuestra última noche. ¡Siempre nos quedarán las estrellas!
—En el baúl de los recuerdos…. —acabó suspirando Raúl.
—Te visitaré algún fin de semana que otro. Te lo prometo —se acercó, le agarró la mano y lo levantó—. ¿Sabes? A veces no comprendo cómo eres capaz de explicarme por qué es azul el cielo pero no logras entender que no hace falta pensar siempre en el futuro. Para mí siempre estarás cuando mire a las estrellas o haya un charco en el suelo —se paró delante de él, le miró a los ojos, los ojos oscuros de la noche, y le levantó la vista hacia el cielo. Luego le apretó fuerte en los ojos—. ¡Botarate! ¡¡Botarate!! ¡¡Qué eres un botarate!! —Y salió corriendo disparatada como una bolsa de palomitas mal abierta—. ¡¡¡Aún no comprendo cómo todavía no sabes que esta es la primera noche de nuestras vidas!!! —le gritó mientras corría lejos.
                Raúl se quedó quieto, parado, observándola como el que ve un cuadro y trata de comprender la estampa. Luego, se abrochó la chaqueta y salió trotando tras ella. Al abrir y al cerrar los ojos, con cada pestañeo, veía lucecitas en sus párpados. Y eso era como tener más cerca las estrellas.



© Texto: Yiyi M. E, "En el color está la clave", enero 2013.
Imagen: www.forodefotos.com - cielo y estrellas 1

6 comentarios:

  1. Genial. Me ha gustado mucho. Los diálogos son muy frescos y describen muy bien a los personajes. Has convertido una anécdota en toda una lección de vida. Deberías escribir más prosa.
    Un abrazo
    Francisco Vargas

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    1. Muchas gracias Paco. Este año estoy con la prosa, me apunté a un curso y todo, si no, esto no hubiera salido así. Si en algún momento nos vemos creo que tendremos mucho de lo que hablar con respecto a estas cosas.
      Un fuerte abrazo.

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  2. Precioso,me encanta esa frescura cargada de ilusión y vitalidad.
    Me ha sorprendido esta lectura gratamente.Ya se te hechaba de menos!

    Cordiales saludos




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    1. Muchas gracias Ana. Sí, la verdad es que tenía esto dejado un poco de lado, aunque no haya dejado de escribir. A ver si puedo sacar algo más de tiempo y lo actualizo más frecuentemente.
      Un saludo.
      =D

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  3. mola!! es una bonita historia, y si, a mi tb me ha gustado como está escrita. por fin he tenido un huequito tranquilo para leerlo, que estaba apuntado.

    al final hiciste un curso de escritura! mola. ya me cuentas a ver si yo me animo, que tengo ganas la verdad.

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    1. Vale, en cuanto nos veamos tú pregunta y yo te cuento. Para cualquier otra cosa, mail, jaja (es que aquí no pegaba lo de Mastercard).

      Me alegro de que te gustara.
      Un abrazo.

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